Se desvanece la idea del empleo de nueve a cinco, el concepto de jornada laboral de 40 horas e, incluso, las cuatro semanas de vacaciones. “Dentro de 20 años utilizaremos un modelo de trabajo totalmente flexible, y dejaremos de tener un puesto fijo para trabajar en el entorno más adecuado a cada momento y con unos horarios adaptados a las necesidades individuales”, vaticina Philippe Jiménez, responsable en España de la firma de coworking IWG.
Profesionales jóvenes, emprendedores y tecnológicos. Y buscan espacios que hablen para ellos. Muchos, más de 2,3 millones, han encontrado este año su lugar en el mundo en un coworking. Estos espacios flexibles crean verdaderos zoos de cristal. Les ha atraído su brillo, esa mezcla entre diseño innovador y arquitectura. “Donde hoy se trabaja, mañana se hace una comida o una presentación, y viceversa, y el espacio debe soportarlo y estimularlo”, observa el arquitecto Juan Herreros.
Ver a gente trabajando duro motiva a hacer lo mismo, pero además nunca nos interrumpen, porque nuestro trabajo es independiente, no interdependiente”, apunta Ethan Bernstein, profesor de liderazgo de Harvard Business School. Este ecosistema se forja con talleres, yoga, mindfulness. Una pequeña ciudad del ocio dentro de una pequeña ciudad del trabajo.
En 2007, de acuerdo con la consultora Emergent Research, había solo 14 espacios compartidos en el mundo. Al final del año alcanzarán los 17.725. Y un poco más adelante, en 2022, sumarán 30.432. No existen cifras oficiales de lo que ingresa el sector. Se sabe, eso sí, que los miembros crecen con fuerza. De 2,3 millones este año a 5,1 durante 2022. Y la industria cada vez necesita más terreno.